miércoles, 19 de septiembre de 2012

Mi amigo don Santiago

Compañero Carrillo:  “Usted, Couceiro, es una buena persona”. “¡Mi querido don Santiago!”

De pequeño, de joven, había oído que los comunistas eran unos diablos rojos, demonios, ogros que comían y mataban a la gente y que Franco los mataba a todos, hasta un millón de muertos y muchos más.
Cuando encontré a mi padre, médico en tierra de maquis, en las montañas de Cuenca, después de haberse escapado de los paseos a Lavacolla desde la cárcel de Santiago, donde no le “acertaban” con los disparos de fusil, que querían limpiar a España de repúblicanos, ácratas, anarquistas y gente de “mal vivir”, entendí que no habían matado a todos.
Cuando, elegido Diputado Constitucional en 1977, llegué a las Cortes Españolas, al Congreso de los Diputados, allí estaba Dolores Ibarruri (La Pasionaria), Santiago Carrillo (el terror), Marcelino Camacho, Felipe González (Isidoro), Guerra,  y tantos otros. ¿Cómo estaban vivos?, ¿no los había matado nadie?, ¿no eran demonios rojos ni tenían cuernos? ¡Parecían gente normal!
 En el Congreso me tocó ser protagonista en las modificaciones de Gobierno Interior referentes al sistema económico de los Diputados que entonces recibíamos 40.000 pts. al mes (cuando en mi trabajo superaba las 150.000), y 5.000 pts. dieta por sesión, que es lo que cobraban nuestros antecesores (Procuradores) en las Cortes Españolas.
Entendiendo que había personas que con eso no podrían vivir y además no tenían cotización a la S.S. ni nada por el estilo para posibles pensiones, entre ellos naturalmente La Pasionaria, Carrillo, y tantos que habían estado en el exilio, o sin trabajo, o apartados de toda actividad, defendí  varios apartados en los que además  de modificar la situación económica que pasaba a 125.000 pts./mes, sin cobros por sesión, decidimos un capítulo que sería aplicable a los Diputados y Senadores Constituyentes, en los que se supliría el defecto de cotización a la S.Social de aquellos que lo necesitaran, y la posibilidad de que una vez apartados de la actividad política, pudieran “solicitar” una pensión  o completar la que percibieran oficialmente hasta la máxima pensión del Estado, aquellos parlamentarios que requirieran tal ayuda a estudiar en cada caso. Era una norma transitoria para solucionar los problemas que habían tenido los que no pudieron hacer su vida normal en los años anticonstitucionales, y que posteriormente se la han apropiado todos los demás.
Mi actitud la conocía Santiago Carrillo. Y de demonio pasamos a ser compañeros y, como no, incluso amigos. Le saqué el abrigo o se lo puse bastantes veces. Nos tratamos como lo que éramos, personas normales. Charlamos, conversamos. Cuando cada año nos juntábamos en nuestras reuniones en Madrid, o en el Congreso, salíamos juntos a fumar y “don Santiago” decía: “ ¡Hicimos la democracia y ahora no nos dejan fumar dentro!”, “Usted, Couceiro, es una buena persona”. “Déjelo así don Santiago”. Y tan contentos fumando fuera, en donde Tejero había tenido sus más y menos con Menéndez y demás. Eso es historia.
Pues don Santiago se ha ido con sus problemas que la historia dirá, aunque a veces sea mal escrita, o bien o mal interpretada, pero habiendo sido hombre clave en la Historia de España. Teníamos un amigo común que sigue vivo aunque no pueda comunicarse con nosotros, nuestro común amigo, compañero y jefe Adolfo Suárez. Algún día nos juntaremos allá y recordaremos nuestras vivencias.
Descansa en Paz, amigo Santiago.
Jose Manuel Couceiro
Diputado Constituyente-78